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Sinopsis

Una mujer y un hombre, sentados frente a unas rocas. Están muy juntos, en silencio, él le tiene pasado el brazo por la espalda, ella reclina la cabeza en su hombro; al ponerse el sol, se miran a los ojos, en un encuentro de especial intimidad, armonía y particular comunicación. Se levantan, tomados de la mano y se dirigen adonde tenían estacionado el carro. El, con un tono muy amable, le pide que le pase las llaves para poder abrirlo. Ella le responde que las llaves las tiene él. “Pero si tú venías manejando, cómo las voy a tener yo”, le aclara él en un tono quizás levemente menos amable. “Pero acuérdate” –le advierte ella- “que como a ti te preocupa tanto la seguridad, te pedí que cerraras tú el carro, para que después no me recriminaras…”. La amabilidad, ya ha desaparecido. “Me vas a decir” –exclama él- “que una vez más dejaste las llaves del carro dentro e intentas culparme a mí”. Todos podemos adivinar cómo esto sigue. Esa amena escena, en minutos, se puede transformar en una desagradable pelea que deja a